Los guiados por Dios (Parte 4)

En las últimas semanas hemos aprendido que Dios tiene un plan delineado para nuestra vida, y que es nuestra responsabilidad descubrir ese plan y colaborar con Dios en la ejecución del mismo. Muchos logramos descubrir el propósito de Dios para nosotros, y nos llenamos de pasión y entusiasmo por ver realizado todo lo que Dios ha hablado para nuestras vidas. Sin embargo, es aquí donde algunos saboteamos el proceso, porque nos apresuramos y desesperamos cuando pasa el tiempo y no vemos progreso en la realización del sueño que Dios ha puesto en nuestros corazones. Nos parece que todo está retrasado y que estamos perdiendo el tiempo, la juventud y la vida, en un callejón sin salida. No recordamos que Dios, quién conoce todas las cosas y tiene el control de todos los asuntos, es a quién tenemos que acudir y en quién tenemos que confiar. Es entonces que, en nuestra intranquilidad, cometemos errores de juicio que, desde nuestro punto de vista, retardan el plan de Dios para nosotros. Los resultados los vemos en ministerios fallidos, matrimonios destruidos, relaciones dañadas, todo causado por una decisión apresurada, tomada sin el consejo y consentimiento de Dios. A esto la Palabra le llama no saber “esperar en Dios”, y es solo el síntoma de asuntos más profundos sin resolver en nuestro carácter: (1) la inmadurez e impetuosidad del vanaglorioso, o (2) la falta de fe y entera confianza en Dios del incrédulo. Hoy vamos a mirar un ejemplo bíblico del primer caso, y la semana entrante veremos un ejemplo para clarificar el segundo caso.

En Éxodo 2-4 y Hechos 7 vemos la historia de Moisés. En su niñez y juventud fue criado en las cortes de Faraón, aprendiendo la cultura, ciencias, artes de política y guerra de una de las civilizaciones mas avanzadas de su época. Pero Moisés tenía en su corazón el fuego del llamado de Dios para su vida, y todas las circunstancias de su caminar apuntaban a que Dios lo usaría para liberar a su pueblo de la esclavitud. ¡Que hermoso y excitante entender que Dios tiene algo con nosotros! ¡Somos grandes, importantes, capaces! ¡Dios nos ha escogido, lo que debe significar que somos gente especial! Este tipo de pensamiento proviene de la altivez de nuestro corazón, y eso era exactamente lo que tenía Moisés en su cabeza mientras mataba al egipcio. Le pareció un tremendo comienzo para su “ministeriazo” entre los israelitas: hacer alarde de su valentía y determinación, capacidad física y técnicas de lucha. Pero al siguiente día se dio plena cuenta de una realidad que lo dejó frío como un témpano de hielo, y que bien debemos aprender como un principio de vida cristiana: en la ejecución de asuntos relacionados con la eternidad es Dios quién define cuándo estamos listos, y muchas veces esto no cuadra con nuestra concepción terrenal del “más adecuado y capaz”. Aquellos que centran sus esperanzas en las cualidades humanas y talentos que han adquirido están destinados a un rudo despertar en el caminar de sus vidas. Cuando el profeta Samuel fue a ungir al nuevo rey de Israel, Dios lo envió a casa de Isaí (1ra Samuel 16). Allí Samuel vio excelentes prospectos, jóvenes de buena presencia, bien criados y listos para grandes empresas. Pero Dios le enseñó que el juicio de los hombres, los cuales valoramos el aspecto externo (lo que ven nuestros ojos), no sirve a sus propósitos eternos. Dios mira el interior, el corazón que se ha doblegado ante él, el espíritu pobre de un hombre que ha reconocido que es nada delante de aquél que todo lo llena. A éste Dios usa con poder para llevar a cabo su propósito.

Es por esto que Dios, en su misericordia, desató persecución sobre Moisés y lo envió a vivir al desierto. Pasó a Moisés de un lugar en donde gozaba de popularidad a un lugar de soledad, de cero influencias. Lo mantuvo en el mas crudo anonimato por cuarenta años (tipo de las temporadas de crecimiento y cambio), enseñándole paciencia en vez de impetuosidad (¿habrá algo excitante que hacer, alguna urgencia criando ovejas en el desierto?), quitándole su vanagloria con el mas simple de los trabajos (¡imagínense a Moisés pensando en cómo estaba desperdiciando sus años de estudio!). El desierto de Moisés, el tiempo de tristeza, de silencio de Dios, de aparente soledad, pérdida de juventud y oportunidades, fue la herramienta que Dios usó para matar al egipcio que había dentro de este varón. Así también, es sumamente importante que entendamos que a nosotros nos toca esperar y confiar en Dios, quién es el que sabe cuán preparados estamos para cumplir sus propósitos eternos. Dios nos pasa por tiempos de espera, de cambio, de aparente estancamiento, para “matar” la mentalidad carnal y mundana en nosotros, para que dejemos de pensar como el resto de los hombres, para que nos comportemos como gente del cielo. Es ahí, cuando él decida, que entonces entraremos en nuestro propósito. Mientras tanto, solo nos toca esperar y confiar.

En Cristo,
Gadiel

Comments

GADIEL:
NO HAY PALABRAS PARA DESCRIBIR LA BENDICION QUE HE RECIBIDO POR MEDIO DE EL ESTUDIO, MIENTRAS LO LEIA SOLO PODIA LLORAR, EL SEÑOR ES MARAVILLOSO.
NO TE DETENGAS, ESTO ESTA BRUTAL
LOS QUEREMOS UN MONTON...RINA Y FAM
Pastor Gadiel said…
Rina y Sammy,
Es una bendicion que reciban algo del Senor a traves de este "site". Les aman siempre,
Katia, Lily y Gady
Unknown said…
solo puedo comentar WOW..la palabra esta brutal.....Mickey, Marisol y los chicos....

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