El cristiano y el sufrimiento (Parte 1)

De mis tiempos de niño conservo una vívida impresión de lo que la mayoría de los creyentes entendían acerca de la vida en Cristo: algo así como entrar en una condena a cadena perpetua, en un profundo calabozo de desesperanza. La vida del cristiano se resumía en una letanía de quejas, fracasos y tristezas por lo que no habíamos obtenido de la vida. Esto me permitía entender la cara de “no buenos amigos” que llevaban los hermanos a todas partes. El hermano más espiritual era entonces, el mas “cara larga”, serio, sufrido y antipático de la congregación. ¡Cómo han cambiado las circunstancias! Hoy, ser un cristiano “espiritual” se mide por lo que hemos obtenido en la vida. Mientras más éxito, dinero, y bienes materiales tengamos, más probamos que somos parte de la elite “ungida” que ha encontrado la “última revelación” de los principios espirituales para obtener “la buena vida en Cristo”.

El problema radica en que ambas visiones de la vida cristiana están equivocadas porque utilizan la vara del mundo para medir la felicidad. Estas cosas (salud, dinero, placer, larga vida y paz) no son malas en sí mismas. La Biblia ciertamente nos exhorta y da consejos para adquirirlas y vivir en ellas sosegadamente (Santiago 5:14-15, 1 Timoteo 6:17-19, Nehemías 8:10, Salmos 34:11-14, Romanos 12:18). Sin embargo, la vida espiritual que nos demanda la Palabra no se define ni depende de lo que alcancemos en la tierra. Los creyentes tenemos puesta la mirada en otras cosas, somos peregrinos de esta tierra, y lo que poseemos (o no poseemos) es solo parte de las circunstancias que nos han tocado vivir por la gracia de Dios. De hecho, nuestra responsabilidad es ser mayordomos fieles de lo que se nos ha dado (¡bueno o malo!), en el lugar y el tiempo donde nos lo han dado, todo para su gloria. Cuando entendemos este principio seremos como el niño que tenía cinco panes y dos peces en medio de una multitud hambrienta: lo que está en nuestra mano, entregado a Cristo para que lo bendiga y multiplique, será de beneficio a muchos (Juan 6:1-15). Pero también podemos ser como el ciego desde la niñez, que no quedo en esa condición “por su pecado o el de sus padres”, sino para que Dios se glorificara en él (Juan 9:1-3). En ambos casos, abundancia o escasez, nuestra circunstancia es utilizada por Dios para mostrar su poder y avanzar su reino.

Para comprender éste y cualquier otro asunto de vida cristiana, siempre tenemos que hacernos una pregunta clave: ¿Qué dice la Biblia acerca de esto? Y en el caso que estudiamos hoy, ¿es el sufrimiento en el creyente algo que puede ocurrir? ¿Es algo aceptable? Más aún, ¿es bueno? (esta pregunta es algo casi inconcebible en nuestro evangelio moderno de prosperidad). Durante estas próximas semanas estaremos hablando de cómo el sufrimiento no solamente es parte normal de la vida cristiana, sino que también es ordenado por Dios para nuestro beneficio y bendición, y cómo él lo utiliza para su gloria. La idea es que juntos podamos llegar al entendimiento que tenía la iglesia primitiva y los apóstoles acerca del sufrimiento: es un gozo sufrir por la causa del reino de Dios (2da.Corintios 12:10).

En Cristo,
Gadiel

P.D. ¡Muchas felicidades en estas Navidades, es el deseo de nuestra iglesia Comunidad Cristiana de Adoración, para todos ustedes!

Comments

Ruben said…
De hecho, Jesus nos dijo que tendriamos aflicciones (sufrimientos) en este mundo pero que confiaramos en que El habia vencido a este mundo. El nos puede librar de los sufrimientos puede ser en este mundo pero no necesariamente, ahora si de seguro nos librara de sufrimiento en el venidero.

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