Conociendo a Dios – Parte 8

¿Por qué la condición moral y espiritual de la iglesia es tan pobre en este tiempo? Con tristeza tenemos que admitir que en los últimos años la iglesia evangélica ha estado repleta de malos ejemplos de vida cristiana: adulterio, fornicación, abuso matrimonial, y escándalos financieros. Pastores que violan la confianza de su congregación, vidas dobles e inmorales, y un apetito super-desmedido por el dinero y los lujos entre los líderes. Y lamentablemente esto es lo que entonces le enseñan a las congregaciones, y terminamos con una iglesia igual o peor que el mundo del cual nos separaron. Otra vez nos preguntamos, ¿por qué?

A.W.Tozer, un excelente pastor y maestro de mediados del siglo pasado (todo lo que consigas de él cómpralo y léelo), lo expresó más o menos así: “Como veas a la iglesia por fuera, te da una indicación de lo que ella piensa de Dios en su interior”. Dicho de otra forma: de la manera que conozco a Dios así seré y me comportaré. Basado en esto, parece que nuestra iglesia hoy en día no está sirviendo al mismo Dios que nuestros antepasados, y mucho menos al Dios de la Escritura.

Los seres humanos nos asombramos ante algo espectacular, grande, hermoso, importante. Si tenemos la oportunidad de acercarnos a un líder político respetable, a un artista famoso, o a un excelente atleta internacional, nos llenamos de admiración y nos sobrecogemos por el momento especial que nos tocó vivir. Nos gusta aprender y hablar con otros acerca de nuestros héroes, gente especial y única, que emprenden grandes retos y cumplen inmensas hazañas. Una buena pregunta para cada llamado cristiano de hoy: ¿Nos asombramos y sobrecogemos ante el pensamiento de Dios? O dando un paso atrás en el argumento: ¿pensamos alguna vez en Dios?

Como dijimos anteriormente, lo que pensamos de Dios se nota en nuestra relación con él y cómo se lo “vendemos” al mundo. Por lo tanto,

  • Si nuestro Dios es asombroso, alto (Soberano, Rey, Señor, el que manda en tu vida), sublime (el deseo de tu corazón, la persona con quién más quieres estar, la que más extrañas cuando estás lejos), fuerte y todopoderoso (la persona en quien más confías), perfecto y santo (tu estándar a seguir, tu ídolo, tu héroe), entonces los demás verán en nosotros un anhelo por seguirle, por amarle y estar con él siempre. Seremos gente que necesitamos a Dios cada día.

  • Ahora, bien, si nuestro Dios es pequeño (más parecido a los hombres que nos rodean), simple (que hay que mantenerlo “de buenas” con algún regalito ($$$), salir con él “de vez en cuando”, que no sabemos de qué humor estará hoy), escondido (que no sabe o no le importa lo que está pasando en la tierra, que no tiene el control del día de hoy ni del mañana), irrelevante (super-aburrido, “old fashion”, de viejos), entonces los demás verán en nosotros poca reverencia, escasa adoración, una relación personal con Dios inexistente. Trataremos a Dios y sus cosas con poca estima y deferencia. O aún peor, negaremos que el Dios que nos han enseñado es el verdadero y nos inventaremos uno nuevo que esté mas a tono con lo que creemos que él debe ser.

Esto se llama idolatría y hablaremos de ello la semana entrante.

En Cristo,
Gadiel

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