El cristiano y el sufrimiento (Parte 2)

Nos preguntamos la semana pasada: ¿Es el sufrimiento en el creyente algo que puede ocurrir? ¿Es algo aceptable? Más aún, ¿es bueno? ¿Deseable? La Palabra de Dios tiene una respuesta a este asunto que muchos encontrarán algo extraña en esta época de la predicación de la prosperidad (lo que resumo a continuación lo puedes estudiar con mayor detalle en el libro “Sed de Dios” de John Piper):

“Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe… Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los mas dignos de conmiseración (lástima) de todos los hombres”
1ra Corintios 15:14, 19

En esta carta Pablo está atendiendo un problema doctrinal en la iglesia de Corintios. Se había infiltrado una herejía que negaba la resurrección de los muertos. El equivalente moderno a esa herejía es el materialismo ateo, que dice que no hay una vida mejor en el futuro, y por eso tenemos que gozar lo que esta vida presente nos ofrece (salud, dinero, lujos, placeres, éxito, posiciones, poder, etc.) porque luego no habrá mas. Por el contrario, la sana doctrina bíblica nos muestra que la genuina esperanza del cristiano es la vida eterna con Cristo. Ésta es la promesa de un mejor tiempo del que estamos pasando en la tierra hoy y ahora. Somos peregrinos en este lugar, lo que nos dice que no pertenecemos a este mundo con todo lo que nos ofrece. En el texto que citamos arriba, Pablo está diciendo: “Si todo lo que hay para nosotros es esta vida presente, entonces ¡hemos estado perdiendo el tiempo con esto de la predicación del evangelio, porque es una gran mentira, y somos los mas dignos de pena!” ¿Por qué Pablo dice esto? La respuesta a esta pregunta nos arroja luz sobre el tipo de vida que Pablo estaba viviendo por causa del evangelio:

“¿Y por qué peligramos a toda hora? Os aseguro (¡protesto!)…que cada día muero… Si como hombre batallé en Efeso contra fieras, ¿de que me aprovecha? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos que mañana moriremos.”
1ra Corintios 15:14, 19

Pablo nos dice que su vida en Cristo se había convertido en una difícil, peligrosa, sufrida, mortal, y si no había recompensa en el mas allá, lo lógico sería olvidar todo el asunto y vivir la vida mas tranquila, cómoda y próspera que pudiera lograr. La vida normal del ministro de Dios (y todos somos ministros en la casa de Dios) es una de luchas, traspiés, enredos, problemas, resistencias, demandas y exigencias, todo por causa del avance del reino de Dios en nuestro lugar y época. Por eso es que en nuestra experiencia, cada vez que nos dedicamos genuinamente a los asuntos de Dios, comenzamos a enfrentar situaciones difíciles y problemas que intentan persuadirnos a “dejarlo todo” y huir. Por lo tanto, si entendemos que el sufrimiento es parte común de la vida de aquél que decide “enredarse” con el evangelio de Cristo, estaremos más preparados para enfrentar estos retos agarrándonos fuertemente de nuestro Padre celestial, quien es soberano y tiene todo bajo su control.

En Cristo,
Gadiel

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