En el 2021, ¿que iglesia seremos?

¡El 2020 ya se fue, y con su salida llega la esperanza de un tiempo mejor! 

Pero la situación política y económica que enfrentamos en el 2021 es muy grave.  La caída y levantamiento de imperios está ocurriendo frente a nuestros ojos y esto trae mucha ansiedad por el futuro, sobre todo a los ciudadanos de los países industrializados de occidente (en especial de los Estados Unidos), quienes ven amenazadas su prosperidad económica y poderío militar.  Acelerado por la pandemia global del COVID-19, muchos expertos predicen que se acerca un periodo económico tumultuoso, con la posible salida del dólar como la moneda fuerte, lo que traerá consigo una desestabilización de la economía mundial, con todo lo que eso implica. ¿Cómo será el nuevo mundo? ¿Qué pasara conmigo y mi casa?

Por décadas, mientras en las naciones industrializadas disfrutábamos de nuestro dinero y posición, ocurrió un bárbaro deslizamiento “cuesta abajo” en la fibra moral y ética de la sociedad.  Las instituciones que nos trajeron hasta acá (como la familia, la iglesia, el gobierno democrático), ahora son despreciadas.  La moralidad que regía nuestra vida es al presente un motivo de burla para muchos en el poder.  Frente a nuestros ojos se están cambiado las reglas, la definición de lo bueno y lo malo, y esto con furor y violencia.

La iglesia de Cristo no ha estado exenta de tumulto.  Como gente “que vive en el mundo”, a veces hemos sido incapaces de “no ser como el mundo”.  Vemos el estado de la fe y la doctrina, la ética y la moral, tanto entre los hermanos “de a pie”, como en los líderes de las instituciones religiosas, ¡y es fácil perder la esperanza por completo!  El lamentable descubrimiento masivo de casos de inmoralidad sexual y de fraude económico entre el liderato de las denominaciones e instituciones paraeclesiásticas, es la orden del día.  Los casos de abuso sexual y abuso espiritual entre clérigos católicos y protestantes en todo el mundo, fraudes masivos perpetrados por pastores, el creciente problema de narcicismo entre líderes “famosos” de la iglesia, entre otros, nos dejan sin aliento y paz.  Para cada verdadero creyente que está pendiente de la situación del mundo y la iglesia, el dolor por ese estado de cosas es inmenso, y nos preguntamos: “¿Hay esperanza?”.  Veamos…

En Apocalipsis 2 y 3 se encuentran los mensajes de Cristo a las siete iglesias de Asia Menor, y en ellas vemos una mezcla de estados de situación de cada congregación (cosas buenas y cosas malas).  En particular, una de ellas (Laodicea), no recibe del Señor elogio alguno, y dos de ellas (Esmirna y Filadelfia), no reciben del Señor regaño alguno.  O sea, que como en el caso de Laodicea, podemos llamarnos Iglesia, ¡pero estar haciéndolo todo mal!  O como en el caso de Esmirna y Filadelfia, se puede ser fiel a Dios, haciéndolo todo bien, aunque nos cueste posición y privilegio, ¡pero ser victoriosos en el tiempo de la tribulación!

Veamos qué tiene que decirle Jesus a la iglesia de Laodicea:

“14 Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: 15 Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! 16 Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. 17 Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. 18 Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.  19 Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. 20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. 21 Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. 22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 3:14-22, RV60)

Esta congregación, que vivía en una ciudad rica y de avanzada, lamentablemente había absorbido la narrativa de la cultura que la rodeaba: “Yo soy rico… y de ninguna cosa tengo necesidad”.  Pero Dios, que mira el estado del corazón, les dice: “no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”.  ¡Estás mal y no te das cuenta! ¡No tienes riqueza espiritual, no tienes futuro en Dios, estás desprovisto para el momento duro, y ni siquiera lo ves! ¡Arrepiéntete!

Muchos ven en Laodicea el espejo de la Iglesia de Occidente, en particular la iglesia evangélica de los Estados Unidos.  El nacimiento de las mega-iglesias, un resultado hermoso del avivamiento del “Movimiento de Jesus” de los ‘70s, se contaminó con la avaricia y la lujuria que vivió Estados Unidos en la década de los ‘80s, lo que eventualmente nos arrastró al momento que se vive hoy en la nación.  Y así como de desgarrado está el país, partido por el medio entre facciones que no se pueden ni ver ni hablar, asimismo está la iglesia evangélica hoy, en un punto muy bajo de su testimonio al mundo, por causa de su empeño en ser “amigo del mundo” en vez de ser “amigo de Dios”.

En contraposición a este ejemplo triste, veamos qué tiene que decirle Jesus a las iglesias de Esmirna y Filadelfia:

“8 Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto: 9 Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás. 10 No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. 11 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte… 7 Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: 8 Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. 9 He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. 10 Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. 11 He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. 12 Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. 13 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 2:8-11, 3:7-13, RV60)

Estas dos congregaciones solo reciben elogios de parte de Dios. ¿Qué las caracteriza?  Primero, no se mezclaron con el mundo que las rodea, y por ello han vivido tiempos de crisis y rechazo.  Jesus les dice que ciertamente son “pobres y débiles” en el mundo natural, pero son “ricas y fuertes” en el mundo espiritual.  ¿Cómo lo han logrado? Porque han sido fieles a su llamado, han guardado la Palabra de Dios y no han negado a Jesus frente al mundo.  O sea, que son iglesias que conocen cuál es su posición en Cristo, conocen bien su fundamento en la Palabra de Dios, y no han vendido su identidad frente a las presiones y ataques del mundo. 

A esta gente les va mal en la tierra, son conocidos ante la sociedad y ante el cristianismo falso como retrógradas, necios, fundamentalistas, intolerantes, gente que hay que “reprogramar” o callar para siempre.  Para colmo, a éstos ahora el Señor les predice ¡que van a entrar en un tiempo de mayor tribulación!  Pero con amor, Jesus les promete la gracia para vencer: “No temas en nada lo que vas a padecer… he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar… yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra”.  Ciertamente viene tiempo difícil para todo el mundo, pero a este tipo de iglesia Jesus le dice: ¡“Yo estoy contigo como poderoso gigante”! (Jeremías 20:11)

Nos guste o no, hemos llegado a un tiempo de definición. 

Muchos que hoy “vienen a la iglesia” de manera casual (los “cristianos culturales”), que asisten a los servicios esporádicamente “porque es costumbre” y “de buen nombre”, dejarán de venir cuando el cristianismo ya no sea bien visto en la sociedad (¡cosa que está pasando apresuradamente!).  Son gente sin fundamento en la Palabra de Dios, que a la primera presión saldrán huyendo.

Pero la iglesia del remanente será como Esmirna y Filadelfia, pequeña, pobre y débil ante el mundo, cansada por el ataque y un poco desmoralizada por lo que ve.  Pero a esta gente, el Señor les dice que estará con ellos hasta el fin, cuidándolos y guardándolos en la crisis que se avecina.  ¿De qué crisis hablamos? La que claramente se ve llegar pronto.  Hay cosas que pasarán para juicio de las naciones, y Dios promete (como a Esmirna) que, si morimos en el camino, estamos seguros en la eternidad con Él, y también promete (como a Filadelfia) que, si estamos presente en el tiempo difícil, la ira de Dios sobre las naciones no nos tocará, aunque suframos en el proceso.

La pregunta que te hago hoy es: ¿De cuál iglesia piensas ser parte? ¿De Laodicea, la vendida al mundo para asegurarse un espacio de comodidad en la sociedad?  ¿O de Esmirna y Filadelfia, la que va a proclamar la verdad de Dios, aunque le cueste personalmente? Porque lo que decidas ya, hoy, definirá tu comodidad a corto plazo, pero también definirá tu bienestar en la eternidad.  Te ruego que hagas hoy un compromiso con la verdad de Cristo, que le pidas al Espíritu Santo la fe, la valentía y el arrojo, para ser “fiel hasta el fin”, porque me temo que muchos que veo entre nosotros hoy, ya no los veré más si la cosa empeora. ¡No es tiempo de cobardía, sino tiempo de compromiso!  El momento de la definición ya está sobre nosotros, y dice el Señor:

“He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”



 

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