Al cierre del 2012

Recapitular el balance de vida al fin de año es algo que con el tiempo se hace más difícil.  Cada vez el proceso se torna un poco más doloroso,  ya sea por la perdida de seres queridos, las metas de la juventud que se desvanecen (junto a las fuerzas y la salud), los amigos que se pierden, los dolores que no sanan, las nuevas cicatrices que adornan el alma.

Sin embargo, para el creyente, en el aspecto espiritual, esa recapitulación debe ser cada vez más reconfortante.  Si hemos aprendido a “cargar nuestra cruz” (“matando” nuestro yo cada mañana, “ayunando” el deseo de nuestro corazón cada día),  cada año que concluye es motivo de alivio y un renovado sentido de logro y victoria.  ¿Por qué?

A pesar de la intensidad de la prueba y del cansancio de la batalla, siempre quedara en nuestro espíritu el testimonio de un año vivido para la gloria de Dios.  En la segunda carta a los Corintios, el apóstol Pablo habla de la difícil etapa ministerial que estaba viviendo, en donde literalmente perdió la esperanza de mantenerse con vida.  El cansancio es evidente en sus palabras:

“Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos… Porque de cierto, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestro cuerpo, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores
(2 Corintios 1:8-9, 7:5)

Sin embargo, en su evaluación final del tiempo que había vivido, el apóstol trae dos resultados de mucha bendición al corazón:
  • El testimonio de una vida diaria rendida al Señor, y un ministerio publico limpio y eficaz:
Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros
(2 Corintios 1:12)

  • La certeza de que la prueba lo ha capacitado para ser de mayor bendición a la Iglesia:
Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación…”
(2 Corintios 1:6)

Las preguntas para ti y para mi son hoy:
  • ¿Podemos mirar para atrás y sentirnos orgullosos de nuestro reciente caminar por la vida?
  • ¿Este año que concluye nos ha visto crecer en santidad y cercanía a Dios?
  • ¿Estamos conscientes de que Dios es quien nos ha traído hasta aquí?
  • ¿Estamos listos para servir a la Iglesia y al mundo desde el nuevo punto de ventaja que me ofrece la experiencia de la prueba?
Regocíjate en la realidad de que cada año que pasa, el cual nos roba un poco de vida terrenal, y que nos deja marcados indeleblemente para la eternidad, es también el tiempo en que Dios nos ha procesado, nos ha abatido, y nos ha preparado, para una nueva meta en Cristo.  O como decía el amado apóstol Pablo:

“Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.  Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.”
(2 Corintios 4:16-18)

En Cristo,
Pastor Gadiel

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