¡La Navidad es Cristo!

Los casos de depresión y suicidio usualmente se disparan en esta época de Navidad, ¡y no es para menos! Relacionamos la temporada con la familia y las amistades, y lamentablemente traemos a nuestra memoria las relaciones rotas y la soledad que vivimos hoy por causa de nuestro pasado. Aún más, a muchos la tristeza nos embarga cuando se acerca el fin de año y recapitulamos nuestra historia, reconociendo lo que no hemos alcanzado y todo lo que hemos perdido.

Aún cuando la vida ciertamente trae muchas tristezas, la historia de la Navidad (bien contada y creída en el corazón) debe producir en el verdadero cristiano (el nacido de nuevo) exactamente el efecto opuesto de lo que acabamos de mencionar: gozo, paz, esperanza y una razón para vivir. ¿Por qué esto es así? Porque Cristo vino (se encarnó, se hizo hombre, nació, ¡Navidad!) para quitarnos el peso de nuestra culpa y librarnos del hábito que nos destruye: el pecado.

El pecado es desobediencia a la ley de Dios. Esta ley se resume en “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos”. Si en algo los seres humanos fallamos miserablemente es en estas dos actividades. Amamos más nuestras cosas (casas, carros, ropa, artefactos), nuestros placeres, nuestra vida y bienestar, nuestras opiniones y talentos, que a Dios. Y amándonos a nosotros mismos tan fuertemente, no nos queda mucho espacio para el prójimo, sobre todo si dar algo de mí para el vecino significa quedarme corto en aquello que tanto anhelo.

El único problema con esto es que al final del día terminamos engañados y frustrados porque todo lo que obtuvimos de la vida fue dolor, tristeza, soledad y fracaso. Nuestros matrimonios se derrumban por el egoísmo y la infidelidad. Nuestros hijos se pierden en vidas licenciosas porque fallamos en amarlos y disciplinarlos correctamente. Nuestra riqueza o pobreza al final tiene muy poco que ver con nuestra verdadera paz interior. Y cuando todo cesa, nos quedamos pensando por qué nuestro vacío interior sigue siendo tan grande, tan pesado, tan profundo, tan interminable como el primer día que nos dimos a la tarea de borrarlo del corazón.

Pero, nuestra respuesta es ¡Cristo! La Biblia dice:

“Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados… Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.” (1 Juan 3:4, 9)

Cristo entró al mundo para “quitar” nuestra culpa y tristeza, y para implantar una semilla de Dios en nosotros, para que ya no “practiquemos el pecado”. Él vino a sanar y restaurar nuestro corazón de todo el peso de culpa que nos hunde, y darnos la capacidad de Dios para no volver a cometer los mismos errores del pasado, sino que aprendamos a vivir para su gloria.

¿Cuál es el resultado final de esta verdad? ¿Qué ganamos los verdaderos cristianos con todo esto? La Biblia nos dice que Dios nos da:

  • Gozo, aún cuando nos quedemos solos en el mundo:
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.” (1 Juan 3:1)

  • Esperanza de un cambio total y final de vida, aún cuando hoy todavía luchamos contra el remanente de pecado que queda en nosotros:
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.” (1 Juan 3:2)

  • Razón de vida para amar al Dios que nos ha amado tanto, y que nos hace tener hambre de la ley de Dios (“hambre y sed de justicia”), de ser lo que no somos hoy, para su gloria:
“Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” (1 Juan 3:3)

Amado, recibe a Dios en tu corazón hoy. Cree que el Señor Jesucristo vino a esta tierra para cambiar tu existencia, para pasarte de muerte a vida, de dolor y tristeza a esperanza y paz. Si aceptas su llamado, pides perdón por tu pecado y rebeldía, y entregas tu voluntad al que te creó, todo lo que hemos hablado será para ti también.

En Cristo,
Gadiel

Comments

Unknown said…
Gadiel:

Es Jorge Castro (el de Mayaguez que se hospedo contigo, Hector [tu hermano], Ruben, etc). Me entere de tu iglesia a través de Dabner Maldonado (el hermano de mi esposa) que algunas veces visita tu iglesia. Me alegra mucho saber que eres pastor. Voy a PR este Martes 22 de diciembre y espero estar en tu iglesia el miércoles en el estudio bíblico. Me regreso a Delaware (donde vivo) el 31 de diciembre.

Dios te bendiga!!!

Jorge
VILMARI said…
Gadiel Dios continue llenandote de su palabra y bendiga este ministerio. En verdad nos llena muchisimo nuestro espiritu. La palabra de hoy fue hermosa y esparamos continuar compartiendo con ustedes por mucho tiempo. Te amamos: Vilmari, David, Paola, Amanda y Sebastian.

Popular Posts