El Apóstol del Sufrimiento



La versión moderna del cristianismo evangélico dista mucho de la experiencia de los cristianos de la era bíblica.  Desde los púlpitos de vinyl, de radio, de TV o de la web, vendemos la sabrosa idea de que “dejar entrar a Jesús a nuestro corazón” (que suena a algo así como “darle una oportunidad a ver si funciona”), redundará en una mágica experiencia de bienestar, seguridad, riqueza y éxito.  Podremos ir a “otro nivel”, llegaremos “a la cima”, seremos los “campeones”, conquistaremos nuestros temores, veceremos a nuestros “gigantes”, y nos “posicionaremos” en “esferas de alto rango”.

El apóstol Pablo definitivamente no tendría un ministerio próspero en este tiempo.  Su negatividad, “quejosidad”, visión de derrota, le fastidiaría la paciencia a más de uno de nosotros hoy.  Con solo citarle un pedacito de su segunda carta a los hermanos de Corinto, creo que les aclaro el punto:

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación.” (2 Corintios 1:3-5)

Pablo siempre tenía un “alelolai monta’o” (un “rollo” dirían nuestros hermanos mejicanos).  ¿Por que en vez de estar “declarando derrota” Pablo no se dedicó a “declarar victoria”, a “cancelar”, a ”posicionarse”, como tanto predicamos hoy en día? ¿Qué le pasaba a este fracasado? Lea el texto nuevamente...  

Pregunto: ¿sería acaso porque Dios estaba utilizando cada problema, cada tribulación, cada prueba, cada peligro, cada enfermedad, cada resistencia, cada tristeza, cada desastre, para ”consolar a Pablo” de tal manera que Pablo aprendiera a “consolar a los que están en tribulación”? ¿Será posible que así es como verdaderamente funciona esto del Reino? ¿Será cierto eso de que “el que quiera ser el primero entre vosotros sirva al menor”?  ¿Será posible que ser “apóstol” signifique vivir con la toalla amarrada en la cintura, mientras le lavamos los pies pecaminosos a todos los chismosos, egoístas, traicioneros, envidiosos y lujuriosos que nos asignaron en la congregación local? ¿Será posible que el sufrimiento sea parte del plan de Dios para bendecir a su pueblo a través de fieles siervos que se “rajan el lomo” para levantar a los caídos? Al menos a mí me parece que eso es lo que dice aquí:

Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos.”  (2 Corintios 1:6)

Hoy en día invitamos a la gente a nuestras iglesias utilizando mercadeo tipo “Walt Disney World” - “¡Ven al lugar donde tus sueños se harán realidad!”.  Lamentablemente la gente sí se está llevando de nuestras congregaciones la experiencia “Disney” en su totalidad:  en vez de llegar al lugar donde los “trabajados y cansados” pueden descansar, salen de nuestras iglesias cansados de caminar tanto de atracción en atracción, sin una pizca de dinero (¡pues lo dejaron todo adentro "sembrando" en el próximo mega-ministerio!),  y al llegar a casa se encuentran tan infelices, vacíos y miserables como antes, pues “el viajecito” no les sanó el corazón.  

Pregunto: ¿será posible que hace tiempo dejamos de “hacer iglesia” para “montar imperios”?

En Cristo,
Pastor Gadiel

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